LA AMÉRICA NO EXISTE


Gamaliel Churata (Arequipa, 1897 - 1969)
"El descubrimiento de América y la conquista vinieron a detener la marcha de este pueblo que, así, ha quedado sepultado y permanece sepulto todo el tiempo que corre desde ese hecho fundamental de la Historia Moderna."
G. Ch.

También a los americanos nos corresponde la misión de revisar nuestras ideas y, más que las nuestras, las ajenas, ya que nosotros, pobres en esto también, somos propietarios de muy pocas y limitadas. 
Trasuntamos la tesis de un escritor suramericano al proponernos esta difícil pregunta: ¿Pero, es verdad que América existe? Así expresada la proposición tiene todas las apariencias de una frase. Por qué no había de existir América si en su territorio hemos nacido, nos cobija y alimenta y de sus problemas vivimos? Sin embargo, el examen serio de la cuestión lleva al aludido escritor a resultados imprevistos. Por de pronto sostiene que América no existe, porque América no sólo es una noción o un axioma geográfico, sino un concepto espiritual y un organismo que late, se expresa y convulsiona.
No fue América lo que Colón buscaba en las lejanías del Océano; era el país del Gran Khan, o la Lemuria, no América. América surgió como un regalo o un tropiezo dentro de las aguas, y Colón, viejo ya, proseguía convencido de su descubrimiento de las Indias Orientales. En el cerebro de pobre navegante no cabía la existencia de este mundo que ha venido a dilatar el horizonte de la tierra, aunque ha venido también a segar su horizonte espiritual. En efecto, cuando Colón porfiaba en las cortes de Europa en busca de protección para su loca empresa, el mundo pensaba que más allá de las columnas de Hércules se acababa toda noción de distancia y de vida. Más allá sólo quedaba la idea de Dios o del Diablo. Descubriendo la América Colón demostró que el mundo se extendía detrás de la línea imprecisa del horizonte y de esta suerte alargando las distancias náuticas redujo el horizonte, y la sociedad medioeval, segura de su señorío sin límites sobre la tierra, encontró en la religión y sus ferocidades campo donde aplicar su exuberante vitalidad. Gregorio Marañón después de estudiar la neurosis feudal cree obligatorio llegar a la conclusión de que América materializa el ensueño místico de ese periodo de la historia, y ve en el heroísmo de los descubridores primero y de los conquistadores después, los signos de una esperanza extraviada: “En nada como en esta ilusión de América –dice el escritor americano a que parafraseamos- se comprueba el pensamiento platónico de que la idea es una candorosidad vital. En efecto, si damos valor a la metáfora de Marañón, América no es sino el sueño hipostásico de la Edad Media. Mejor dicho, América es el fruto de su neurótica embriaguez.
Habituado el mundo económico del siglo XV a los pobres regalos de su comercio sobre el Mediterráneo, no había concebido, a pesar de signos evidentes como la rebelión de los esclavos y el creciente desarrollo de los burgos, esa maquinaria diabólica que es la fábrica industrial. El descubrimiento de América creó la necesidad de la máquina de alta producción, de los vehículos rápidos y del sistema bancario. Y bien visto, eso es América. Luego, América no es sino el desdoblamiento de Europa, la conquista de campos vastos para la industria extractiva y de mercados vírgenes para el comercio, pero siempre como fenómeno simplemente europeo en el cual el papel que corresponde a la América virgen es el papel pasivo de la hembra saludable e inexpresiva. Nada caracteriza mejor este hecho como el Renacimiento. Pero si el Renacimiento es el signo evidente de la aparición de un mundo nuevo en la entraña fatigada de Europa, acaso, y por otra parte, no sea a su vez más que el ovario en que germina esa nueva clase social que ha convertido la tierra en una colmena: la clase proletaria. La clase proletaria poseyó, a poco de definir su personería económica, una doctrina y una finalidad. En estos solitarios puntales que sustentan el edificio de la Europa financiera, se apoyará, pues, el Nuevo Mundo; pero, ese nuevo mundo no es América, ese nuevo mundo es la Europa social.
América es un país antiguo y primitivo, sus instituciones participan de las formas de todos los pueblos arcaicos. Su comunismo agrícola es semejante al comunismo chino de la época anterior a Confucio. Su moral no ha salido del patriarcado, y si podemos estudiar en el Imperio Inkásiko sistemas políticos avanzados, ellos representan la evolución de un pueblo que se dirigía al Porvenir…
El descubrimiento de América y la conquista vinieron a detener la marcha de este pueblo que, así, ha quedado sepultado y permanece sepulto todo el tiempo que corre desde ese hecho fundamental de la Historia Moderna.
Un físico florentino, el maestro Paulus, apellidó Colón al Descubridor de América para inducirlo a la empresa de colonizar los mares.
América es sólo eso: La Colonia de Europa; la otra, la América que los ilusos americanos soñamos, hay que extraerla de la gleba fecunda en que hace cinco siglos dormita.
América, pues, no existe…

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