Son las 7 de la mañana en la avenida Angamos. Luis carga en
un brazo una mochila con cuadernos de la universidad y en el otro una lonchera.
Esta vez, se levantó tarde, fueron diez minutos de más en la ducha, grave
error. Él estudia en la universidad de Lima y su clase de Economía acaba de
empezar. Aún con legañas en los ojos, lleva más de veinte minutos estirando el
brazo en el paradero. De pronto, un vehículo con un cobrador con lentes —en
invierno— se detiene. “Al fondo hay sitio”, le dice. La combi está
completamente llena y Luis tiene que doblarse como contorsionista para lograr
caber. No hay otra opción. Es el único medio de transporte que lo lleva desde
su casa hasta su centro de estudios por un “nuevo sol”. La música techno a todo
volumen se torna insoportable. El pedazo de lata con motor se mueve bruscamente
cerrando a todo auto que se interponga en su camino. Ya han pasado 40 minutos y
Luis todavía sigue parado —doblado— y sin llegar a su destino. Un viaje que
debería demorar 20 minutos, se convierte en una odisea de una hora.
“Me gusta viajar en combi, es muy diferente que en mi país
(Francia), lo que más me llama la atención es el cobrador y la forma de
conducir. Me parece muy gracioso, no he tenido la oportunidad de ver esto en
otros lados”, nos cuenta la estudiante de intercambio Alison Slidjia. Ella
todos los días toma una combi que la lleva desde un departamento en Miraflores
hasta la universidad Ricardo Palma en Surco. A diferencia de Luis, Alison sí
que disfruta su paseo en este vehículo. El desorden y el caos le causan gracia.
“No entiendo nada de lo que habla el cobrador, solo me río y disfruto la
música”, nos dice en un español masticado. Anecdótico, pero es la realidad.
Nuestro sistema de transporte público es una burla.
UN MAL DIFÍCIL DE DESAPARECER
Eran los años 90, con Alberto Fujimori como presidente,
cuando estas camionetas rurales o combis (nombre del modelo de la marca
Volkswagen) aparecieron en las pistas limeñas. Bajo una ley que permitía la
libre competencia en el transporte urbano, y que daba el visto bueno a personas
naturales y jurídicas a prestar este tipo de servicios.
Y más aún, cuando el Gobierno anuló las prohibiciones que
restringían la importación de vehículos usados. Entonces, las combis tomaron
por asalto las calles con nuevas rutas que acortaban distancias. Era el
escenario perfecto, pues el sistema de transporte —como en la actualidad— se
encontraba colapsado.
“En su momento han podido ser útiles, pero en este momento
significan un peligro latente no solamente porque son vehículos ya obsoletos,
sino por la informalidad y falta de responsabilidad de los operadores y de las
empresa”, dijo Luis Quispe Candia ,especialista en temas de transporte, a
elcomercio.pe.
A pesar de ser tan peligrosas, son aún de gran demanda.
Según un estudio del observatorio ciudadano Lima Cómo Vamos, las combis son los
vehículos de transporte urbano más usados por los limeños. Sin embargo, en una
encuesta del año pasado estas unidades lograron el primer lugar, en cuanto a la
pésima calidad de servicio que ofrecen.
DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA COMBI
Probablemente has escuchado alguna de estas palabras que los
expertos del lenguaje —cobradores y choferes— utilizan para comunicarse. A
continuación, algunas de estas divertidas ‘acepciones’.
Apégate: Disposición del cobrador para que entren cuatro
personas, en donde solo deberían sentarse tres.
Asencillame o sencilleame: Pagar con sencillo o cambiar
billetes.
Correteo: Dos unidades que compiten por pasajeros a alta
velocidad.
Dentrar: Movilizar el vehículo hacia otro carril de la
autopista.
Habla, vas: Invitar al pasajero a subir a la combi.
Lleva, lleva: Aviso propagado por el cobrador para que el
auto prosiga con su recorrido
Pie derecho: Aviso del cobrador para bajar del vehículo
rápidamente porque solo va a sobreparar.
Pisa: Orden del cobrador para que el chofer acelere.
Trepa: Mandato del cobrador al pasajero para que suba de
manera rápida.
Sopa: Combi repleta, con pasajeros sentados, parados y
doblados en dos.
COMBI BURGUER
JHONNY BURGUER EN LA AVENIDA ANGAMOS.
Si en los 70’s en Estados Unidos aparecieron los famosos
‘diners’, que eran unos restaurantes de estructura metálica que se
caracterizaban por su relativa movilidad, y que ofrecían comida rápida. El
Perú, en los últimos años, se ha visto invadido por una idea innovadora propia
de la creatividad nacional. Las combis se han transformado en restaurantes
móviles, dejando atrás al típico carrito sanguchero.
“Los clientes nos
piden mucho las hamburguesas clásicas y salchipapas”, nos cuenta Edgard Mendoza
Sanchéz, dueño de Jhonny Burger. El tiempo que le tomó en convertir una combi
en un servicio de comida rápida fue de 9 meses, con un costo aproximado de 7
mil dólares. A una cuadra del cruce de las avenidas Angamos con Tomas Marsano,
se encuentra ubicada una de las unidades de Jhonny Burger. Clientes de varios
puntos de la ciudad disfrutan, hasta pasada la medianoche, de sus contundentes
sánguches. “Hasta el momento tenemos dos combis y nos vamos por la tercera”,
comenta orgulloso Edgard. El punto a favor de esta interesante iniciativa es
que las unidades se pueden movilizar por cualquier punto de Lima. “Puedo mover
las combis a fiestas o a eventos”, relata.
PRÓTEGENOS SEÑOR DE MURUHUAY
Antes de subir a una combi no estaría mal elevar una oración
y pedir protección a algún santo. Aunque usted no lo crea, las combis son un
foco infeccioso de enfermedades.
Según un estudio del Banco Mundial de la Salud, los
pasamanos de estas unidades tienen más bacterias y microbios que un inodoro.
Estos vehículos generalmente siempre se encuentran llenos —sopa— y
prácticamente se respira en la cara del otro.
No podemos evitar que los gérmenes nos ataquen, pero si
debemos tomar en cuenta al higiene al terminar nuestro viaje—es recomendable
lavarse las manos—.
Además, no se olvide
de exigir que se abran las ventanas, para impedir un posible contagio de
enfermedades respiratorias —como la temible TB—.
CARRETERA VIRTUAL
El fenómeno combi apareció en el 2010 en la red social mas
usada del mundo: Facebook.
Crazy Combi era el nombre de este adictivo juego. El jugador
tenía que sortear diversos obstáculos utilizando las flechas del teclado y la
barra espaciadora. El fondo musical no podía ser otro que el “Muchacho
Provinciano” de Chacalón. El creador de esta aplicación fue Javier Albarracin,
quien comentó que Crazy Combi ha sido jugado más de 100 millones de veces.
Es difícil creer que alguien no haya utilizado alguna vez en
su vida este medio de transporte. Es lo que tenemos. Las combis forman parte de
una cultura informal que será imposible erradicar sin una reforma completa en
el servicio de transporte público. Así que a esperar sentado —o doblado— hasta
que llegue la hora de decir “esquina baja”.