Este artículo ha sido elaborado por el filósofo Victor J. Krebs para Educared
La tecnología telemática se ha convertido en una parte integral de nuestras vidas, a tal punto que a las nuevas generaciones les es imposible imaginarse un mundo sin pantallas, sin teléfonos inteligentes, sin computadoras ni redes sociales. El mundo real para ellos ha estado siempre intervenido, a todos los niveles, por lo virtual.
Desde el simple sistema de seguridad de un edificio cualquiera, por ejemplo, con sus cámaras de seguridad situadas en sitios estratégicos y las pantallas que nos los muestran, que reconfigura el espacio físico para nosotros y cambian radicalmente la forma cómo lo percibimos y cómo lo habitamos; hasta cuando nos desplazamos por la ciudad guiados por el GPS en que atravesamos un espacio que percibimos y experimentamos ya no como solo físico sino como a la vez virtual. El mundo lo percibimos simultáneamente a través de los sentidos –mediado y extendido por la pantalla– y nos desplazamos en el espacio físico en función de ambos. Igualmente, cuando conversamos con alguien a través de una pantalla se establecen nuevas coordenadas en nuestra relación con su presencia y su corporalidad.
Esta nueva relación con el mundo que es al mismo tiempo virtual y real, y que para muchos ya es cotidiana y natural, no tiene precedente alguno en la experiencia humana.
El Internet –ahora nuestra conexión virtual más frecuente– no es solo una tecnología más; es una red de relaciones establecidas en el ciberespacio, más allá del espacio y tiempo real, que reestructura nuestra realidad. La pantalla nos abre a un mundo virtual que filtra la realidad que vivimos, digitalizada y reconstituida en bits y proyectada, en imágenes audio-visuales compartidas con gente que, en el espacio real, se encuentra distante. Hablamos cara a cara con gente en Tokyo o Londres como si estuviesen a nuestro lado; y podemos estar virtualmente en varios sitios a un mismo tiempo. Gracias a la tecnología la distancia más corta entre dos puntos ha cesado de ser la línea recta. Ahora la distancia más corta entre dos puntos se logra en el contacto virtual instantáneo.
La realidad virtual no es una realidad falsa o artificial sino un aspecto ya inseparable de la realidad que vivimos. La realidad está intervenida por imágenes virtuales que le han agregado una nueva dimensión. La realidad aumentada de Pokémon Go, donde empezamos a interactuar con otros, simultáneamente, ante objetos que aparecen para todos en nuestras pantallas, es una nueva realidad compartida. Lo virtual empieza a intervenir nuestra interacción física en el espacio ya de manera popular y masiva, pero este es solo el siguiente paso en un proceso en el que nuestra experiencia del mundo crecientemente se virtualiza.
Las consecuencias éticas y psicológicas de esta transformación son importantes y pueden ser tremendas. Solo basta pensar en lo que sucede con los pilotos en la guerra a través de drones que está ocurriendo ya en el mundo, donde los ataques se realizan tras una pantalla en un espacio alejado del sitio de combate y donde los pilotos se encuentran completamente fuera del peligro al que están expuestos sus blancos. Se habla del daño moral que esta distancia física, junto con la intimidad voyeuristica que alimenta, causa sobre los pilotos en el proceso del combate. Cuentan quienes han pasado por la experiencia del entumecimiento psíquico que les produce y en el que ellos se sienten como robots o piezas tecnológicas. La distancia virtual produce una mentalidad ‘playstation’, de distancia psíquica y mecanicidad, en la que se pierde todo sentido de la gravedad moral de esa violencia. Pero también en las experiencias más cotidianas entre personas en el medio virtual, son también preocupantes las consecuencias psicológicas y éticas que se plantean, como la mecanización y la falta de empatía que alimentan.
El filósofo Martin Heidegger comentó ante la primera imagen de la tierra tomada desde el espacio, que marcaba un quiebre en la relación del ser humano con su morada el ver por primera vez el planeta en el que vivía desde esa distancia y a través de una pantalla. Mucho más profundos son los cambios que empiezan a ocurrir en nuestra época con la virtualización de nuestra experiencia, que debemos advertir en el uso continuo de los medios y en la transformación de nuestra cultura.